Dos de los procesos más importantes para calibrar las relaciones internacionales entre países y regiones son el comercio internacional de productos agrícolas y la guerra. Por diferentes andariveles ambos procesos determinan las condiciones de vida de millones de personas, llegando en casos a superponerse o complementarse en el ejercicio de la unipolaridad global.
Un foro internacional de movimientos sociales que se propuso debatir y profundizar sobre estos temas en la perspectiva de la soberanía alimentaria se desarrolló esta semana en Selingué, una localidad rural del interior de Malí, a unos 140 quilómetros de la capital, Bamako, congregando a más de 600 delegados de más de 80 países. El presidente, Amadou Toumani Toure, el francés José Bové, y el dirigente de los sin tierra de Brasil João Pedro Stédile fueron los participantes de mayor renombre.El concepto de soberanía alimentaria fue propuesto en 1996 por Vía Campesina, indicando el derecho de los pueblos -no de los países- a contar con alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, producidos de forma sostenible y ecológica, así como el derecho a decidir y controlar sus diversos sistemas alimentarios y productivos.
Lo novedoso de este foro fue que otros sectores se sumaron a la convocatoria, como pueblos indígenas, pescadores, mujeres y ecologistas. El Comité Internacional de Planificación para la Soberanía Alimentaria, una dependencia de la Agencia de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), también figuraba como convocante del foro.
Aparte del eje central sobre el «libre comercio» global y sus efectos sobre las economías locales y campesinas, otros tres temas relevantes fueron el papel de los movimientos sociales ante los desastres naturales, el avance de los biocombustibles como paradigma que no modifica la matriz energética planetaria sino que la relocaliza, y la relación entre los conocimientos tradicionales y la difusión de nuevas tecnologías en el campo de la biotecnología.
Tanto la Organización Mundial del Comercio (OMC) como las agencias multilaterales de crédito, y las Naciones Unidas -incluida la propia FAO- tienen responsabilidades respecto a los impactos que el mal llamado comercio libre tiene sobre las economías débiles del Sur. Estados Unidos y la Unión Europea se niegan a suprimir sus subsidios a la agricultura. Esto en sí mismo no sería negativo si no se presionara para que los países en desarrollo abran sus economías y supriman sus aranceles de protección, que es justamente lo que hacen ambas potencias. Los productos subsidiados pueden ser vendidos en los mercados internacionales a precios incomparablemente más bajos, poniendo en jaque a las economías agroexportadoras en desarrollo que no tienen posibilidad alguna de competir en esas condiciones.
TRANSGÉNICOS. «Tenemos claro que el sector campesino por sí solo no puede cambiar el sistema alimentario, y que requiere alianzas fuertes con consumidores, grupos de defensa del ambiente, pueblos indígenas, mujeres, pescadores e incluso pastores», manifestó Peter Rosset, que también es investigador del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano.
Con respecto al continente africano, los desafíos vinculados a estos temas son enormes. El dirigente campesino Diamantino Nhampossa, de la Unión Nacional de Campesinos de Mozambique, afirmó que «en la práctica, la mayor parte de los campesinos desarrolla cotidianamente algunas de las condiciones que el concepto de soberanía alimentaria propone: usan semillas tradicionales, instrumentos tradicionales, conocimientos ancestrales. Pero cuando el avance de las trasnacionales sobre las pesquerías, la madera, o para emplazar megaproyectos turísticos es tan fuerte como en la actualidad, las frágiles economías de subsistencia campesina se ven seriamente comprometidas».
Finalmente, está el tema de los transgénicos. Las grandes multinacionales del sector, como Monsanto o Syngenta, justifican que los cultivos transgénicos solucionarán el problema del hambre, dejando de lado que el problema del hambre no radica en la producción de alimentos sino en su distribución y su utilización como armas de presión internacional sobre los países más pobres.
Para Silvia Ribeiro, uruguaya radicada en México y una de las referencias internacionales en el tema de la biotecnología, «quienes realmente tienen el conocimiento que se necesita para la soberanía alimentaria son los campesinos, los pescadores artesanales, los pastores, la gente que conoce cómo trabajar y vivir en los bosques, la gente que sabe cómo trabajar en pequeñas parcelas -sea en el mar, en la tierra, o como pastores- pero ese es el conocimiento que durante los últimos miles de años -treinta mil en el caso de la recolección de plantas y el conocimiento del bosque, diez mil años en el caso de la agricultura, o más-, ha dado las bases del sustento de todos los que estamos vivos hoy».
*El artículo que reproducimos fue publicado en el Semanario Brecha bajo el título «Foro Mundial por Soberanía Alimentaria. La geopolítica internacional de los alimentos» el viernes 9/3/07.