Diez años atrás, en el mes de julio, se anunciaba desde Ginebra el fracaso del “paquete de julio” y, con ello, del intento más cercano de conclusión de la Ronda Doha de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Con perspectiva, se lo puede ver como un momento de quiebre para las negociaciones comerciales internacionales. El “Programa de Doha para el desarrollo” se sustentaba en el principio de trato especial y diferenciado a los países del sur global, lo cual suponía el reconocimiento de sus singulares necesidades en función de su menor desarrollo económico relativo. En la teoría, debía implicar una ecuación más balanceada entre las presiones por la apertura de los mercados de bienes industriales en el sur y la disponibilidad de abrir los mercados y desmantelar el esquema de protección y promoción del sector agrícola en el norte. Significaría, además, un freno al proceso de incorporación a la agenda de la negociación de asuntos no estrictamente comerciales, que tienen fuertes implicancias en el desarrollo, como es el caso de la regulación de la propiedad intelectual, las inversiones, las compras públicas, las finanzas. En los hechos, nada cambió. Los países industrializados del norte capitalista continuaron marcando el rumbo de la agenda de negociación, con una intención de promover la profundización de la agenda aperturista de la década de los ‘90, que seguía multiplicando sus efectos adversos sobre los países del sur global.
Publicada originalmente en revista Voces en el Fénix, descargar en formato pdf.