Reflexiones compartidas en el webinario «La agroecología en disputa», organizado por REDES, ANAMURI, SOCLA, FHB y SOF.
REDES-Amigos de la Tierra Uruguay junto a la Fundación Heinrich Böll Cono Sur, Sempreviva Organización Feminista (SOF), la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA) y la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI) llevaron adelante el webinario «La agroecología en disputa», realizado el viernes 24 de septiembre, un día después de la Cumbre sobre Sistemas Alimentarios de la ONU.
La crítica a esta Cumbre fue algo generalizado por parte de organizaciones ambientalistas y del movimiento campesino que participaron del webinario y, el día anterior, en la Contracumbre liderada por La Vía Campesina Chile. Las y los referentes del campesinado criticaron la apropiación, por parte del organismo internacional y de las mayores corporaciones del sistema alimentario mundial, «de relatos, narrativas, propuestas y procesos de toma de decisiones para controlar y beneficiarse de la ya indiscutible necesidad de transformar el sistema alimentario actual», sintetizó Martín Drago, integrante de REDES-AT y coordinador del programa de Soberanía Alimentaria de Amigos de la Tierra Internacional.
Drago dijo que la Cumbre fue «antidemocrática», ya que «no plantea ningún mecanismo de rendición de cuentas y ha despreciado a lo largo de todo el proceso a aquellos que no tengan riqueza u otro tipo de poder». Agregó que este espacio de debate «no abordó los desbalances del sistema agroalimentario, ni tampoco las responsabilidades que las transnacionales tienen en la crisis que vivimos hoy».
«El propio Foro Económico Mundial -que co-organizó la Cumbre junto a la ONU- ha reconocido la necesidad y urgencia de esta transformación pero no promueve la soberanía alimentaria, ni la agroecología, ni la participación de las organizaciones campesinas y de pueblos indígenas -criticó Drago-. Promueve elaborar propuestas que incorporen la preocupación por algunas problemáticas ambientales, que hacen que la gente reclame esa transformación del sistema agroalimentario, pero sin preocuparse en lo más mínimo por las injusticias sociales, económicas, de género que genera el modelo del agronegocio». Por todo esto, la Cumbre de ONU sobre Sistemas Alimentarios «es una vía para legitimar esta línea y capturar esa discusión, al ser quienes manejan los fondos para implementar esa transformación”, concluyó el ambientalista y dio la bienvenida a las y los panelistas.
Desde SOCLA, Georgina Catacora-Varga habló sobre la promoción de la agroecología desde la academia y cómo el rol de esta institución puede legitimar saberes ancestrales -al articular con las organizaciones campesinas- o ser «instrumental en la cooptación» del concepto, por ejemplo, presentando esto como una propuesta «tecnocientífica», desarrollando aplicaciones tecnológicas «que son instrumentales al desarrollo industrial».
Catacora advirtió que la cooptación busca cambiar los objetivos de la agroecología en sus formas y respecto a los actores que participan. En cuanto a las formas advirtió cómo las corporaciones buscan despojar la dimensión política de la agroecología para «mostrarla solo como una cosa técnica», como una «sustitución de insumos», no como un reconocimiento y valoración de saberes ancestrales de los pueblos. A nivel económico acaban construyendo una «elitización del consumo» y a nivel normativo apuestan a por una nueva legislación y/o certificación. En cuanto a los actores, solo son legitimados aquellos ligados a lo corporativo, restringiendo lo agroecológico a un producto de nicho, «aunque la agroecología apunte a la democratización del acceso a alimentos saludables», remarcó.
Para evitar que la academia sea instrumental a la cooptación, la panelista instó a llevar adelante una ciencia participativa, transdisciplinar, que aborde desde múltiples metodologías y sea inclusiva de los distintos actores y sus saberes.
En este sentido, Carlos Vicente repuso parte de las opiniones y reflexiones de integrantes del movimiento campesino con los que GRAIN ha trabajado para proyectar qué agroecología quieren los movimientos sociales. Por ejemplo, el cuestionamiento de “por qué hay que hablar de agroecología si lo que tenemos que recuperar es la agricultura (la cultura del agro, de trabajar la tierra) que los pueblos han construido en diez mil años de historia un diálogo con la naturaleza, una alianza que ha generado las semillas que hoy alimentan a la humanidad. No se puede pensar una agroecología desvinculada de los pueblos”.
El también coordinador de Acción por la Biodiversidad recalcó que la construcción de la agroecología debe evitar la fragmentación y, en cambio, tener una mirada integral en los sistemas de producción.
Entre los elementos para construir agroecología se necesitan: tierra y territorio –las y los campesinos tienen acceso a apenas el 24,5% de la tierra en el mundo y producen 70% de los alimentos-; semillas nativas y criollas; y pensar en territorios libres de violencia de género y violencia laboral.
Así, Miriam Nobre de SOF remarcó que «es muy importante que las y los agricultores tengan control sobre su proceso de trabajo y los resultados de su trabajo, y eso incluye su trabajo reproductivo». Nobre contó cómo la presión por las certificaciones ha llevado actualmente en Brasil a la privatización de la certificación agroecológica en la Mata Atlántica, donde el instituto a cargo de la certificación fue comprado por una certificadora internacional «reduciendo el control y el poder sobre la producción y comercialización de productos agroecológicos».
«La preocupación es darle tanto poder a una empresa que decida qué es y qué no es agroecología», Miriam Nobre (SOF).
Además de llamar la atención sobre la proliferación de términos como «escalonamiento», que no hacen más que rebajar en las demandas campesinas («ya que la gente no debería ‘escalonar’ su camino hacia la agroecología, sino tener pleno acceso a la tierra»), Nobre bregó por el reconocimiento de la producción agroecológica hecha por mujeres, que tiene múltiples beneficios y logros.
Pablo Galeano, de REDES-AT Uruguay, remarcó la necesidad de crear políticas públicas que promuevan la agroecología, pero advirtió cómo los intentos de cooptación por parte de las corporaciones buscan con sus discursos que parezca que «todo» puede ser agroecología. En el caso de Uruguay, a fines de 2018 se logró la aprobación de una ley para promover la agroecología a través de un Plan Nacional (PNA) que debe ser diseñado por una Comisión Honoraria compuesta por diversos actores institucionales y sociales. En la letra, la ley logró posicionamientos importantes, como que en el artículo 1 aparezca el concepto de soberanía alimentaria y que los sujetos principales de la norma fueran las y los agricultores. Sin embargo, con el cambio de gobierno, el desarrollo del PNA no se ha llevado a cabo y los avances están paralizados.
La histórica referente Francisca Rodríguez señaló que «no es casual que, mientras nosotras desde los movimientos campesinos propusimos hacer encuentros para conmemorar 25 años de definir qué es la Soberanía Alimentaria, la ONU comienza a organizar esta Cumbre de Sistemas Alimentarios». «Pretenden que la fuerza que habíamos instalado en este debate vuelva hacia atrás y habrá que ver qué deciden los gobiernos tras la cumbre», advirtió.
«Antes la reforma agraria era nuestro norte. Pero cuando las mujeres dijimos soberanía alimentaria con perspectiva de género, a esa reforma le incluimos nuestros derechos, los derechos de los pueblos», Francisca «Pancha» Rodríguez (ANAMURI).
Rodríguez llamó a defender los avances logrados y recordó que el campesinado mundial llegó a la agroecología «desde el conocimiento y autoconocimiento» para recuperar una identidad que se les había sido arrebatada. Para recuperarla, «las mujeres hemos puesto toda nuestra creatividad y nuestro esfuerzo en este proceso. Y hemos puesto en el centro de nuestras luchas a la soberanía alimentaria».
La actividad completa se puede volver a ver en nuestra página de Facebook.
Producción conjunta: REDES-AT y RMR.