https://www.flickr.com/photos/foei/En las últimas dos semanas, las manifestaciones y protestas masivas ganaron fuerza en todas partes del mundo, quitándole protagonismo a las negociaciones en París sobre el clima y demostrando la fortaleza del movimiento respecto de los planes para 2016 y más allá.

Miembros de las comunidades más expuestas que ya están sintiendo las consecuencias más graves del cambio climático y las energías sucias alzaron sus voces. Los movimientos de la gente que trabaja para implementar soluciones de energía renovable controladas por las sociedades, a menudo en medio de contextos muy difíciles, se reunieron para compartir ideas e inspirarse. Indígenas, jóvenes y cientos de miles de activistas inundaron las calles de distintas ciudades y pueblos de todo el mundo para enviar un claro mensaje: exigimos justicia climática y seremos escuchados.

En París, donde las protestas públicas siguen estando restringidas debido al estado de emergencia declarado, los activistas encontraron formas creativas de torcer las reglas o fueron incluso más allá y decidieron forzar los límites del Estado policial y enfrentar las consecuencias. Durante la segunda semana de las negociaciones sobre el clima, las acciones se intensificaron y pusieron en la mira a los verdaderos delincuentes climáticos. Se denunció a las empresas contaminantes que pagan para ejercer influencia en las negociaciones sobre el clima. Se desenmascararon las falsas soluciones, que son sólo excusas y una distracción peligrosa para permitir que el PBI aumente mientras que se destruye el planeta, y se puso en evidencia a sus defensores.

Se denunció que los sistemas injustos de producción y distribución de alimentos intensifican la crisis y empeoran los impactos del clima. Se defendió la soberanía alimentaria y más específicamente la agroecología campesina como la única solución climática segura y adecuada para nuestros sistemas alimentarios fracasados. Y nuevamente, es la gente, con métodos ya probados, que está solucionando estos problemas.

La influencia del cabildeo empresarial en las negociaciones sobre el clima de este año fue tan insidiosa como siempre. Las empresas contaminantes y otras responsables del gran daño ambiental y las graves violaciones a los derechos humanos intentaron hacerse pasar como parte de la solución a la crisis climática, pero no lo lograron. Los activistas en París y otras partes del mundo organizaron manifestaciones para develar el maquillaje verde de las empresas y la influencia que ejercen en las negociaciones. A las empresas no les compete estar en estas negociaciones y menos que menos a las contaminantes y violadoras de derechos humanos.

Desafortunadamente, las iniciativas para combatir la deforestación planteadas en las negociaciones sobre el clima a lo largo de los años han sido sumamente cínicas, como si el único propósito de los bosques fuera ser esponjas para absorber las emisiones excesivas del Norte global. Los bosques son ecosistemas complejos y dinámicos a los que no se les puede asignar otro propósito como por arte de magia. Debemos encarar la deforestación de manera urgente y razonable. Lamentablemente, demasiadas ideas en los pasillos de la ONU implican otorgar licencias para continuar deforestando con el argumento de que se puede “compensar” plantando árboles en otro lugar. Todo esto hace caso omiso del hecho que hay millones de personas que viven en los bosques, que entienden cómo funcionan los ecosistemas, saben cómo manejarlos de manera sustentable y son los mejor posicionados para proteger la inviolabilidad de sus hogares y recuerdos ancestrales. Y a medida que avanzaban las negociaciones, gente de todo el mundo se reunía para fortalecer sus conocimientos sobre manejo comunitario de bosques y manifestarse para rechazar las falsas soluciones frente a la deforestación y la crisis climática.

Una nueva ronda de negociaciones sobre el clima acaba de terminar, develando el fracaso de los llamados líderes mundiales y una falta inexcusable de justicia y ambición. El acuerdo abandonó a la gente y el planeta. Sin embargo, el movimiento por la justicia climática, por las soluciones populares, la equidad, la solidaridad, por el planeta, por la esperanza y la paz, desencadenó un torrente de ambición invencible.

Este es un movimiento arraigado en los reclamos de la gente que ya enfrenta los efectos del cambio climático y las comunidades cuyas vidas y bienestar se ven amenazados. Es un movimiento mundial en términos de su alcance y perspectivas. No tolerará la injusticia, la cobardía política ni la corrupción.

Y París demostró una vez más que nadie nos puede detener.

¡Adelante!