El Encuentro Internacional «La lucha por la Vida y contra las privatización del Agua y los bienes públicos en Uruguay y en la región», realizado a fines de octubre en la explanada de la Intendencia Municipal de Montevideo, contó con la importante participación de Oscar Olivera, integrante de la Coordinadora de Defensa del Agua y la Vida de Cochabamba (Bolivia).
En su alocución, Olivera ennumeró los pilares que deben sostener la gestión social de una empresa, a partir de la experiencia boliviana: crear espacios para que los administradores puedan rendir cuentas a la población de lo que se está haciendo, lograr la eficiencia y eficacia del servicio -lo cual supone que los funcionarios de la empresa estén conscientes que son servidores públicos-, hacer participar activamente a la gente y regirse por la idea de «justicia social». «No se trata solamente de disputar la gestión de las empresas. Se trata, ante todo, de una lucha para que los pueblos establezcan otra forma de vida, fuera del neoliberalismo».«Yo creo que estamos asistiendo, hace dos décadas más o menos, a un proceso de saqueo, de explotación irracional por parte de las transnacionales. Orquestadas por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, y la Organización Mundial del Comercio, y hasta a veces con el entusiasmo por parte de los gobiernos de nuestros países, han efectuado una política de saqueo de los bienes públicos de nuestros países, los llamados ‘recursos naturales’. Creo que aquí estamos asistiendo, al margen de esta política de saqueo, a una especie de conversión de nuestros estados nacionales a una suerte de estados neocoloniales. Estados que han sido dotados de un contenido por estas instituciones internacionales, -estas corporaciones transnacionales comandadas por el gobierno norteamericano-, como simples Estados que administran y que cuidan sus intereses. Eso veo cuando me dicen lo que aquí está sucediendo a un año de la victoria del ‘si’, a favor de la estatización de los servicios de agua y saneamiento».
«Entonces creemos que la lucha de los pueblos debe estar dirigida a establecer una especie de cerco -así fue para el caso boliviano-, a las políticas de saqueo, de privatización, ejercida por las transnacionales. En Uruguay no es un cerco, sino que lo que se da es una especie de veto. Aquí, de manera institucional, se establece una especie de veto en el decir ‘sí’ no queremos que el agua se convierta en una mercancía. Yo creo que esos vetos y esos cercos, que están estableciendo los pueblos de acuerdo a sus propias realidades, son ante todo una recuperación de la palabra de la gente. La gente ha empezado a hablar, y al mismo tiempo ha empezado a tomar decisiones. Y eso significa una cosa muy importante, que es la recuperación de la dignidad de los pueblos, que son los que en última instancia tienen que tomar decisiones sobre su presente y su futuro».
«En el caso boliviano o ecuatoriano, donde la población es mayoritariamente indígena, es un poco la recuperación de lo que nosotros llamamos los ‘usos y costumbres’: nuestras sabidurías, nuestros saberes que de manera ancestral se han ido comunicando de generación en generación. Significa que nosotros no consideremos, -creo que aquí habrá que ir construyendo un lenguaje propio en este sentido-, que estamos hablando de ‘recursos naturales’. No habría que llamarlos así, porque al hablar de ‘;recursos naturales’; estamos diciendo que son cosas que se pueden aprovechar, explotar. Creo que tenemos que hablar del ‘bien común’, de los ‘recursos para la vida’. Porque el agua, el gas, los minerales, son recursos que deben servir para la vida y no para el negocio. En ese sentido creo que las experiencias uruguaya y boliviana establecen con absoluta nitidez que solamente la organización y la movilización son las armas fundamentales para lograr una propuesta. No puede haber una victoria si no logramos una capacidad organizativa, como se ha dado aquí con la Comisión del Agua; no podemos lograr una victoria sin esa gigantesca movilización para recolectar firmas para que la papeleta entre al sobre del sufragio conjuntamente con las elecciones nacionales del 31 de octubre de 2004, aquí en Uruguay. No podemos lograr una victoria sin las gigantescas movilizaciones de millones de campesinos y sectores urbanos en Bolivia, contra la privatización del agua, contra la venta del gas. Y no podemos lograr una victoria si no hay una propuesta, y esa propuesta debe venir de las bases, desde la gente sencilla que en su vida cotidiana sufre las consecuencias de estas políticas agresivas, de saqueo, políticas que se han prácticamente internado en lo más hondo de la vida de la gente. Creo que esta es otra enseñanza de que no puede haber una victoria sin estos tres elementos centrales, que tienen que ver en definitiva con ‘la unidad».
«Cuando vemos la composición de la gente que forma parte de la Comisión y de la Coordinadora, -en Uruguay y Bolivia respectivamente-, vemos que hay una unidad de todos los sectores sociales, profesionales, laborales, gremiales, y eso es muy importante. Y lo otro importante es que estas organizaciones deben ser absolutamente horizontales, sin una jerarquía que permita que otra vez las decisiones las tome un grupo de dirigentes. Los portavoces son gente que tiene que expresar de la manera más fiel, más honesta, las demandas y las propuestas de la población».
«Otra enseñanza que sacamos, que tiene que servir para transmitir a otros movimientos sociales de nuestra América y del mundo: nosotros cuando finalmente pudimos recuperar la empresa luego de cinco meses de lucha en Cochabamba, nos enfrentamos con los problemas que se van a enfrentar aquí en Uruguay. Nosotros creemos que esa es una tremenda desventaja porque permite nuevamente que esos espacios que la gente ha ido ganando para construir alternativas nuevas se tomen, -no diría ingenuamente, ni consecuentemente comprometida por parte de los poderes estatales-, para posibilitar intereses económicos, empresariales y político partidarios. Cuando en Cochabamba nosotros, de manera muy intempestiva, nos ocupamos de la empresa, no había ni un solo centavo para comprar gasolina, para empezar a dejar a los trabajadores en sus puestos de trabajo, para el encendido de bombas, de agua, etc, realmente tuvimos que hacer mucho esfuerzo en poder establecer una serie de propuestas alternativas para que esos espacios no fueran ocupados nuevamente por los mismos: las empresas, los interesas corporativos, el Estado, los intereses de algunas dirigencias sindicales que hacen mucho daño a las alternativas de movilización popular. Pero ante todo creo que la importancia de la Comisión en este trabajo debería estar fundamentalmente dirigida a escuchar a la gente. Si no se percibe a la gente, no se escucha lo que la gente quiere, es muy difícil construir alternativas que después la gente las pueda defender como suyas. Y ahí nosotros, en la empresa de agua, definimos cuatro pilares fundamentales».
«Uno fue la transparencia de la gestión, en el sentido de exigir, crear espacios para que los administradores, los funcionarios, puedan rendir cuentas a la población de lo que se está haciendo: de los planes, de los presupuestos y todo lo que significa la gestión de la compañía».
«Un segundo pilar es la eficiencia y eficacia del servicio. Si los funcionarios de la empresa no están conscientes que son servidores públicos, la gente no siente un cambio en la compañía; se tiene que sentir este cambio. Escuchaba la discusión por el tema del cloro del agua; el agua es vida y por tanto debe de correr libre, transparente y segura. A esta gente que está preocupada por la salud hay que escucharla y tratar de darle explicaciones que la satisfagan. Y también hay que hacer reflexionar a los funcionarios de las demandas de la gente, porque tenemos la posibilidad, al ser públicas las empresas, de hacer estas discusiones. Cuando estas empresas están en manos transnacionales, estas discusiones no se pueden dar y nadie sabe lo que pasa. Creo que la eficiencia y la eficacia entonces son fundamentales para mejorar las condiciones de vida de la gente».
«Un tercer elemento es la participación de la gente, si ésta no existe, -en la gestión, en el control, en la toma de decisiones de presupuesto y de planes, que seguramente van a ser propuestos por los gerentes y los administradores y funcionarios de las empresas-, si no existe el conocimiento, el consentimiento y no se decide desde las bases, es muy difícil que la gente tome la empresa como algo suyo. ¿Qué pasa si OSE determina una elevación de las tarifas en sus servicios de agua y alcantarillado, ¿la gente lo va a aceptar?, seguramente no. Pero qué pasa si la gente determina una elevación del sistema tarifario en función de extender los sistemas de agua y alcantarillado, en mejorar la potabilidad del agua… seguramente lo va a aceptar. Si la gente sabe a dónde está yendo su dinero, puede tomar decisiones que muchas veces no aceptaría cuando vienen desde afuera. Por tanto la participación de la gente, la creación física de espacios de participación, son muy importantes. Un error que cometimos nosotros fue que nuevamente delegamos en los expertos, ingenieros, abogados, sanitarios, la gestión de la empresa y nos olvidamos, nosotros como población, de organizarnos en, por ejemplo, comités de saneamiento básico. Esto para ejercitar un control sobre el agua, sobre los funcionarios, las políticas salariales y de destino del presupuesto; no creamos esos espacios porque la Coordinadora se dedicó a defender otros recursos, como el gas. Esa fue una gran falla porque la empresa, después de cinco años, ha tenido grandes dificultades. Así la creación de espacios de participación, establecidos institucionalmente, es muy importante para que efectivamente se ejercite un control social en la empresa, pero más que nada fuera de la empresa. Nosotros en Cochabamba tenemos tres directores de un directorio de siete, que son elegidos por la población en las zonas norte, central y sur. Al margen de ese director, está un funcionario del sindicato, o sea que son cuatro, frente a dos representantes de la Intendencia y un profesionales de la ciudad. Esos espacios que hemos ganado de manera institucional no han sido suficientes para eliminar la corrupción, que significa falta de transparencia, la ineficiencia e ineficacia, y para contribuir a una efectiva participación social. Por eso hace una semana se dio una gigantesca movilización en Cochabamba para sustituir al gerente general y dos principales dirigentes del sindicato de la empresa, que en la práctica se convirtieron en el principal obstáculo para desarrollar una gestión con esos pilares que nombré».
«Y finalmente, el cuarto pilar, es el tema de la justicia social. Cuando existe la participación social y la transparencia, seguramente la gente va a hacer los planes según la idea de que el servicio debe llegar a los más necesitados. Eso hemos aprendido de la gente. Son las experiencias que se están dando en Cochabamba y creo que puede servir mucho para ese esfuerzo que el pueblo uruguayo ha hecho, y la Comisión ha hecho, y que ahora los tiene preocupados. Yo no duermo hace cinco años y medio pensando cómo conseguir alternativas nuevas a la movilización porque, a diferencia de Uruguay, en Cochabamba hubo muertos, hubo heridos, fue una manifestación gigantesca. La gente lo que espera de la empresa de agua, es otra cosa, y hemos cambiado muy poco porque hemos dejado de organizar a la gente, de tener contacto con la gente, organizarla en comités de saneamiento básico en los barrios, comunidades, que permitan realizar un control y fiscalización de la empresa».
«¿Qué pasa cuando la gente, la sociedad civil se hace cargo de una empresa? Hay problemas internos y problemas externos. Los internos están básicamente fundamentados en una serie de deudas que la empresa tiene, de un manejo económico totalmente oscuro. Otros, y en esto yo quiero de la manera más fraternal a los hermanos de la FFOSE (Federación de Funcionarios de la OSE) decirles, que las empresas públicas son utilizadas muchas veces por los gobernantes y las dirigencias sindicales como propiedad privada. Se utiliza las empresas para fines estrictamente corporativos, es decir, los beneficios de la empresa deben de servir primero para los trabajadores y luego para la población. Entonces de manera totalmente inconsulta, sin informar a los usuarios se establecen escalas salariales y bonificaciones que no son consecuentes con lo que debería ser una empresa pública. En Cochabamba el mayor problema que hemos tenido, al ser una empresa ahora municipal, es que la injerencia de los partidos políticos y el acciones de una dirigencia sindical que no tiene la visión política de lo que es una empresa recuperada, ha hecho que la empresa no pueda cumplir con los objetivos que en abril de 2000 la gente había demandado y que están fundamentalmente basados en esos cuatro pilares. Entonces el rol de la dirigencia sindical, de los trabajadores de base, es entender que la empresa no es solamente una fuente de trabajo, sino fundamentalmente una empresa pública que está dando vida cada día y cada noche. Tenemos que evitar los argumentos de los gobiernos, que señalan que se privatiza porque las empresas públicas son corruptas o ineficientes, están llenas de nepotismo. Además la gente cree eso, porque hay un sistema comunicacional de las empresas transnacionales y de los gobiernos que hacen creer que las empresas públicas son lo peor y que lo mejor son las privatizaciones. La comprensión de ese rol por parte de los trabajadores, construir alternativas nuevas como hoy se está empezando en Uruguay y se está haciendo en Bolivia, es comprender que no solamente es un problema de gestión, sino ante todo un proyecto político de vida. Es importante para los trabajadores saber que, al mismo tiempo que con sus conocimientos, su habilidad, su destreza hacen al manejo de la compañía, deben también buscar construir alternativas nuevas».
«Hay muchos desafíos. No solamente tenemos que luchar por la recuperación de todo aquello que está en mano de las transnacionales, sean las empresas públicas o los bienes comunes, (como el agua, el gas, los árboles), ante todo se trata de recuperar nuestros propios saberes, reconocer que es posible vivir de otra manera que la actual forma de vida, bajo el neoliberalismo. Creemos que estas luchas que se están dando en los diferentes pueblos tienen una proyección política. No se trata solamente de disputar la gestión, el usufructo de las empresas o nuestro bien común. Se trata, ante todo, en la lucha de la Comisión Nacional del Agua aquí en Uruguay -que ahora me dicen que se está ampliando contra las plantas de celulosa-, de una lucha para que los pueblos establezcan otra forma de vida. Porque estamos hartos de la calidad de vida que nos ha dado el modelo económico neoliberal. Muchas veces nos sentimos frustrados porque nos vemos frente a un aparato estatal que ha sido diseñado para cuidar los interesas de las transnacionales y del modelo económico neoliberal. Se han establecido reglas de juego, como la famosa interpretación del decreto del 20 de mayo de este año, en el que se dice que la reforma institucional votada en Uruguay no es válida para los casos de privatizaciones anteriores. Los gobernantes, aprisionados por las normativas, los contratos, los entramados jurídicos, muchas veces se ven imposibilitados de romper de manera soberana y digna eso que nos han impuesto. Por lo tanto de lo que se trata también es de romper la correlación de fuerza que nos permita que eso escrito sea una realidad, y esa realidad solamente la vamos a conseguir con algo que ustedes y nosotros sabemos: la organización y la movilización de la gente».